sábado, 21 de abril de 2012
Recital de Dolors Alberola
Como el número pi
No sé qué es la existencia. Yo llegué
con los ojos lavados en el útero,
el corazón lavado, las manos arrugadas.
Sólo la vida tiene las manos arrugadas,
crispadas, aún menudas, aferrándose
a los distintos pechos, al deseo, al capricho,
a la mujer desnuda que recuerda a la madre,
con sus piernas abiertas, lo mismo que la madre,
esperando a ese otro que le traiga la vida.
Yo fui esa mujer,
la del pecho en dos sitios diferentes,
mas no les hablo aquí de esas colinas
asomándose austeras a un balcón de tejido.
Le hablo de mis pueblos.
Yo llegué hasta mis pueblos lo mismo que a la vida.
Tampoco sé si en ellos sabía cualquier cosa,
como si supe entonces que ya iba a caer,
iba a precipitarme,
iba a quedar desnuda frente a un hombre,
iba el hombre a tomarme
y dejarme aparcada en un estante
-de mármol al nacer; en los pueblos, de tierra-.
No sé qué es la existencia, le veo tantas calles,
tantas gentes vagando por sus calles.
Tantos peatones lentos
que lanzan alaridos, indiscretas palabras:
-Mire usted, yo he comprado...
-Encima de mi casa vive esa...
-Desde aquí no se toma el autobús que quiere...
Tantos balcones rotos con golondrinas yertas,
gatos maullando arriba,
más cerca del abismo de los cielos.
Maullando días, noches, largas horas maullando.
Yo no sé qué es la vida, ni le puedo increpar:
-¡Dígame lo que es!
porque ni usted siquiera puede darme respuesta.
Yo vine de mi madre y mi madre de otra
y esta otra, a su vez, desde mi bisabuela.
Es el número pi que nunca acaba, harto
de tanto decimal, de tanta ausencia,
de tanto niño, harto de su eterno indagar.
Yo vine de ese número
de esa larga columna de cifras que no dicen
si tenemos origen ni dónde acaba todo
y se mueren de frío frente a alguna pizarra.
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